Rabia en los perros: mitos y realidades

Rabia en los perros: mitos y realidades

La rabia es una enfermedad viral muy antigua, considerada como letal. Si bien ha sido especialmente propagada por depredadores y perros, no solo afecta a la salud de las mascotas caninas, sino que puede ser transmitida a todo mamífero y, en todos, causar efectos mortales.


Los perros son los animales domésticos por excelencia, así que cualquiera de sus enfermedades y sus formas de contagio deben ser tratadas con importancia dentro de casa, tal y como sucede con un miembro de la familia. Cuando se trata de la rabia, resulta especialmente necesario aprender a detectar si existe una posibilidad de que este virus se encuentre de manera activa en el organismo de tu canino y, por tanto, el riesgo de contagiar a otras mascotas y personas que viven en la misma casa.


La enfermedad de la rabia consta de tres principales fases o etapas antes de llegar a un estado mortal, lo cual permite prevenirla e incluso curarla si se detecta y trata de manera adecuada. 


La primera fase es la prodrómica. Puede durar un par de semanas e incluso meses, aunque no se conoce con exactitud el tiempo en el que puede observarse. En esta parte de la infección es posible observar cambios en el temperamento o comportamiento de la mascota, por ejemplo miedo extremo, inquietud o sensibilidad atípica ante estímulos conocidos.


La segunda fase se conoce como encefalitis aguda y es aquí cuando es posible observar percibir una rabia furiosa. Mientras tu mascota se encuentre en esta etapa, podrás observar grandes cantidades de salivación y un fuerte malhumor ante cualquier estímulo o situación que se le presente. En esta etapa los perros se comportan desorientados, con tendencia a atacar y morder, por lo que es la etapa más peligrosa y contagiosa. 


Por último, en la etapa de encefalitis rábica, nos encontramos con un perro en estado de parálisis que posteriormente lo conduce a un estado de coma que precede a su fallecimiento. 


La forma de contagio en perros es a través de la saliva infectada y el contacto directo con heridas profundas o superficiales, así como membranas mucosas. Sin embargo, la forma de entrada del virus tiene mucha importancia en la manera en que se desarrollen los síntomas observables, los cuales pueden manifestarse a partir de las primeras 2 semanas después del contagio y hasta las 24 semanas posteriores a él. Debido a que esta enfermedad ataca principalmente al sistema nervioso central del perro, cuanto más cerca esté la zona infectada de este sistema desarrollará la enfermedad con mayor rapidez. 


A pesar de conocer mucha de esta información, el miedo y la incertidumbre en torno a los efectos verdaderos de esta enfermedad transmitida hacia los humanos u otros animales de crianza doméstica han creado mitos generacionales que alimentan el temor y dificultan la apertura para ayudar a tiempo a los animales enfermos. 

Uno de los mitos más populares en torno a la rabia es que no es una enfermedad mortal. La realidad es que cuando se presenta el contagio en un animal cuyo sistema inmunológico no está preparado con las suficientes defensas para recibirlo, es altamente probable que las consecuencias para su salud sean mortales, así que no vacunar a tu mascota contra la rabia es tan grave como exponerlo directamente a una zona de contagio. 


Otro mito común es que esta enfermedad sólo puede ser contagiada a través de una mordida, lo cual es totalmente falso. Como se mencionó anteriormente, basta con tener contacto con la saliva de un animal contagiado y las membranas mucosas de un humano u otro animal para contraer el virus. 


En todo caso, lo más importante es contar con un esquema de vacunación completo y acudir al médico de manera inmediata ante la duda de un posible contagio, tanto en las mascotas como en seres humanos. Lamentablemente la enfermedad de la rabia no cuenta con un diagnóstico certero, y la única manera de estar seguros de esta enfermedad es cuando la mascota ya no está con vida. Un diagnóstico tentativo respecto a sus síntomas y actitud pueden ayudar a mejorar su calidad de vida (según el estado evolutivo de la enfermedad en el que se encuentre), y prevenir contagios hacia otros animales y humanos.

 

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